martes, 5 de mayo de 2009

Cielo

          Alzó la vista, dispuesto a encontrarse cara a cara con la muerte, pero ella, en aquél momento, estaba demasiado ocupada para atenderle. Malherido, serpenteó entre los cuerpos desmembrados que yacían en aquél extraño túmulo, aferrándose a cada roca, como si eso fuera lo único que le mantenía con vida. Cada centímetro que ganaba en esta batalla, cada segundo que conseguía respirar, se sentía morir y no moría.                   Cada bocanada de aire con que llenaba sus pulmones, dejaba en su boca el sabor de la muerte. Tragaba sangre, arrastraba su pierna izquierda, rota y con una herida que cruzaba toda la cara interior de su muslo (que llevaba a medio coser y con un torniquete de batalla para impedir que perdiera toda la sangre por ahí) y apenas podía mover sus brazos, por la herida que atravesaba su espalda, desde el hombro izquierdo hasta la cadera derecha, que, aunque no era muy profunda, le provocaba un gran dolor cada vez que movía los músculos de la zona. Tras lo que pareció una eternidad, consiguió atravesar ese velo de muerte, y salió de aquél infierno que le atormentaba. Se dejó vencer, y cayó de bruces sobre la hierba. Consiguió darse la vuelta, para poder admirar el cielo azul, y le parecía mentira que no estuviera cubierto con el rojo de la sangre... cerró los ojos, y perdió la consciencia, con una media sonrisa en sus magullados labios.

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