jueves, 6 de noviembre de 2014

Stray Cat

     Me levanté aturdido y quizá por eso no noté que había algo diferente. Algo en mí no era mío, o algo de mí no andaba bien, pero lo achaqué a la mala noche que había pasado y al extraño sueño que todavía retumbaba en mi cabeza, como un eco distante cuya fuente no puedes discernir. Me desperecé tranquilamente y me estiré como nunca imaginé que pudiera hacer. Me sentí más joven, lleno de energía y de cosas por hacer.
     Fue entonces cuando me di cuenta de que algo no marchaba como debiera. Al echar a andar me di cuenta de que no tenía dos piernas, sino cuatro patas. Obviamente no tenía manos, así que no pude repetir aquél gesto de exasperación que tanto repetía cuando tenía que pensar detenidamente. Mierda, si ni siquiera sabía sentarme. Lo primero que pensé es que estaba perdido en un sueño. Un sueño extrañamente vívido, pero no podía ser otra cosa...¿no? Así que traté de despertar, sin éxito, claro. Un pequeño sentimiento de pánico empezó a crecer dentro de mí, pero por el motivo que fuera, no consiguió asirse a los bordes de mi conciencia y desapareció tan rápido como apareció. 
   Cuando me hube tranquilizado algo más, me percaté de que, además del otro problema sin importancia que acababa de descubrir, tampoco estaba donde debía estar. De hecho no sabía dónde narices estaba. ¿Dónde demonios estaba? Bueno, tampoco era algo por lo que preocuparse. Al fin y al cabo estaba, y eso era lo más importante. El resto de cosas tenían solución, aunque fuera difícil y elaborada. Pero tampoco necesitaba una solución ahora. Había cosas más importantes que hacer. Como encontrar un poco de sol. Estaba helado, tenía frío, y eso sí que había que solucionarlo ya. Caminé... ¿anduve? bueno, troté como pude con mis cuatro cortas patas de un lado para otro. Parecía estar en un callejón oscuro de paredes altas, con un montón de contenedores de basura a medio llenar y un olor a podredumbre en el ambiente que hacía que mi nariz se encogiera con desagrado. Salí de allí con elegancia, dejando atrás las sombras para adentrarme en un mundo bañado por la luz.
     La luz brillante del sol me dañaba la vista, así que busqué un lugar iluminado pero cerca de un lugar ensombrecido. Estar en el borde suele ser más cómodo que estar de uno de los lados, sobre todo si no sabes cuál es tu lado de las cosas. Me tumbé de espaldas al sol, y dejé que me regara con su luz mientras cerraba los ojos y escuchaba los sonidos que había a mi alrededor. Oí el piar de los gorriones y me gruñeron las tripas. ¿Cuándo había comido por última vez? había sido ayer, ¿no? aunque no era capaz de recordar cual era la última comida que había tomado. El calor en mi espalda era tan relajante, tan placentero...

    Un ruido sordo hizo que saltara de mi divertida ensoñación, justo cuando estaba apunto de atrapar a aquél maldito ratón. Dish. Notaba que el frío se agarraba a mi piel con su gélida mano, y me pregunté cuánto tiempo haría que estaba tumbado a la sombra. De hecho era de noche, así que habría estado allí un buen rato. ¿Por qué estaba pensando esto? Ah, sí, el ruido. Había escuchado algo extraño que me había llevado de vuelta al mundo de los seres conscientes. Ni si quiera recordaba cómo había sido ese ruido, ni si había sido un ruido exactamente. Así que no había modo de saber qué podía haber pasado, genial. Bueno, pues dejaría de prestar atención a aquél asunto sin importancia y me dedicaría a buscar una solución para lo que me preocupaba en ese momento: estaba hambriento. Ahora no escuchaba el piar de los gorriones, así que no estaba seguro de dónde estarían. Quizá en un árbol. Sí, era un buen sitio para empezar, buscaría un árbol y treparía a él, y con suerte encontraría un...
     Acababa de dejar lo que estaba haciendo para perseguir una pelota, genial. Y para colmo, cuando puse mi diminuta garra encima de la pelota, las uñas se me habían torcido y me había dado asco. Y aquella pelota asquerosa olía fatal. Lo mejor sería volver al árbol. 
     Cuando me acercaba al árbol, un movimiento sospechoso casi fuera de mi campo de visión me llamó la atención. Algo había brillado allí, algo rojizo, me había parecido. Cuando traté de enfocar mi vista un poco más, no vi nada. Al final de la calle, doblando la esquina, creí vislumbrar algo. Me  había parecido un rabo. Si había un rabo, habría un gato. Quizá fuera un gato simpático que me contara algo más de aquél lugar en el que estaba...