jueves, 28 de agosto de 2008

No siempre

No siempre fue fácil nadar contracorriente, ni siempre fue tan fácil evitar pensar en aquello que te hace perder el tiempo. Hay veces en las que eres más consciente de tus miedos y de tus pasiones, más consciente de tus deseos y anhelos.

Pero no siempre puedes seguir hacia delante. Porque no siempre lo que tu quieres puede aplicarse a los demás. ¿Y qué si lo que quieres daña a otros? ¿Serías capaz de hacerlo de todos modos? pues... mis felicitaciones, yo no soy capaz. Lo que yo quiero... ¿acaso es lo que tú quieres? y si lo fuera... ¿podría ser lo mismo?

No siempre te gusta la respuesta que tú mismo te das, pero elegiste tu propio camino hace tiempo y te obligas a caminar por él, ajeno a lo que los demás puedan pensar. No quieres dañar, ¿o no quieres que te dañen? eres débil, y la debilidad se torna más oscura cuanto más lejano está aquel momento, pero no siempre hay que tener miedo de lo que no se conoce.

La felicidad está ahí fuera y sólo espera que la encuentres, no siempre es fácil, no siempre es difícil. El grado de dificultad lo pones tú, y los límites...



Los límites NO existen.

Reflexiones de una noche de verano, de mí a mí.

Recordatorio:

No dejes que todo lo que sueñas se pierda ardiendo en la pira del mañana.

Un abrazo a mi enoooooooooorme cantidad de lectores asiduos.

viernes, 25 de julio de 2008

De puertas hacia dentro

Se adentró en la oscuridad...

No sabía lo que habría un metro por debajo de donde se encontraba ahora, y eso no era muy alentador. Seguía teniendo cierto miedo a que su pesadilla le encontrara, y decidió tomárselo en serio. Subió otra vez a la pequeña sala en busca de algo que le sirviera como punto de iluminación. Encontró una pequeña silla robusta, seguramente de roble, en una esquina y decidió transformarla un poco. Arrancó una de las patas más largas, que servían de sustento para el respaldo, y la forró con parte de su camiseta, confeccionando así una antorcha que le durara el tiempo suficiente como para inspeccionar la zona. Ahora sólo le faltaba lo más esencial, el fuego...

Buscando en el suelo, en los estantes y en todo aquello que encontraba en la sala, dió finalmente con un recurso que podría ser útil: Yesca y pedernal. La verdad es que jamás había encendido fuego mediante las piedras, pero tendría que aprender a hacerlo, si quería seguir adelante. Tras una infinidad de intentos (tantos que al pobre le dolían las manos) consiguió que una chispa prendiera un poco de paja que había en el suelo de aquella choza, y gracias a eso, consiguió encender su antorcha. Apagó la paja incendiada antes de que aquello fuera a más y el humo pudiera alertar a sus posibles perseguidores. Ahora sí estaba listo.

Paso a paso, escalón a escalón, fue descendiendo por aquella estrecha escalera durante demasiado tiempo. Era totalmente ilógico que alguien hubiera hecho una escalera tan horriblemente larga, nadie querría bajarla, y muchísimo menos, querría subirla (una punzada de remordimiento le atenazó el corazón... el tendría que subirla, y no se lo había planteado hasta ahora). Se preguntaba qué le esperaría allí abajo, cual sería el secreto de tan extraña construcción, y, lo más curioso, es que por su mente no pasaban ni tesoros ni lugares secretos, ni los restos arqueológicos de una civilización extinta. Todo lo que esperaba encontrar allí, era nada. Una lógica aplastantemente nula y un razonamiento demasiado simple para todo lo que le había sucedido en las últimas horas. Pero era la verdad, podía pasar cualquier cosa allí abajo, menos lo que el se esperara encontrar, así que, si no esperaba encontrar nada, encontraría algo.

Mientras le daba vueltas al asunto, y seguía preguntándose porqué seguía el descenso, llegó a un alto en el camino. Allí había una especie de plaza, con una avenida que la cruzaba, y las escaleras continuaban justo enfrente, a unos veinte metros. El techo estaba asombrosamente alto, y por fin había algo de iluminación. Parecía que quien hubiera diseñado aquella...cosa, había pensado en cómo nutrirla con luz natural, para evitar una oscuridad total. Una serie de cristales y espejos hacían que los rayos del sol llegaran puros hasta allí, aunque se desconocía si por la noche aquello seguiría tan bien iluminado. Es probable que un fuego pudiera producir un efecto similar.

Ahora la duda era inmensa, no sabía qué camino debería seguir. Ni siquiera sabía cómo podría elegirlo. Habría estado cerca de una hora y media bajando las escaleras, y ahora había otros tres caminos. Recorrer sólo uno de ellos, y volver si no encontraba nada, podría llevarle horas y horas, y ni siquiera se planteaba la posibilidad de seguir los tres caminos. Sería imposible, y no tenía provisiones, ni agua. La duda era demasiado intensa, había tres opciones, y por lógica, una de ellas debía ser la "correcta". Si bien no le valdría para explicar qué era aquello y cómo había llegado hasta allí, al menos podría ser un punto de referencia y albergar algo útil, como víveres o una estancia cómoda en la que descansar. Así las cosas, debería elegir el camino que más probabilidades tuviera de llevarle a un lugar de fácil acceso.

No había opciones de acertar, y no podía sortearlo, porque el azar no es algo útil cuando lo que está en juego es la vida. De los cuatro caminos (los tres nuevos y el de vuelta) creía poder descartar dos. Tanto la salida que tenía enfrente, como la que tenía detrás, estaban constituídas por escaleras. Eso lo alejaría de la superficie (en el caso de la salida frontal) o lo llevaría hacia sus posibles perseguidores (las escaleras por las que había llegado allí). De este modo, había descartado el cincuenta por ciento de las posibilidades, ahora sólo le quedaba una duda...

¿Izquierda o derecha?

miércoles, 28 de mayo de 2008

Bajo el castillo

Se alzó con las energías que le quedaban, y miró hacia el cielo. La cabeza todavía le daba vueltas y se sentía aturdido. La verdad es que no sabía cómo había llegado hasta allí, ni donde estaba exactamente, así que intentó tranquilizarse para contestar esas preguntas tan importantes. Lo último que recordaba era que estaba en casa, tranquilo, relajado... y que se despertó allí, en mitad de un bosque que podría estar en cualquier parte.

Algo más consciente, se llevó la mano al bolsillo de sus pantalones, pero no había tal. Tan sólo llevaba lo puesto, y la verdad es que no era mucho. Sus pantalones eran de una fina tela que no le proporcionaba demasiado resguardo. Pensando en que tampoco sabía qué hora era, decidió buscar un refugio para cuando cayera la noche, y después, buscaría algún elemento que le indicara dónde estaba. Avanzó por el trémulo bosque a medida que oscurecía, con la preocupación de si encontraría o no un buen lugar para pasar la noche.

Hacía varias horas que había oscurecido completamente, y sólo se escuchaba el ulular de los búhos cercanos. En parte eso tranquilizaba al joven, ya que el monótono sonido provocaba un efecto relajante en él. A mitad de la noche aproximadamente, el joven se levanto sudoroso, sobresaltado. Se había quedado dormido cerca de un gran árbol y había tenido una pesadilla, algo le había seguido y estaba a punto de abalanzarse sobre él. Con esta angustia, decidió salir de ese lugar y buscar un lugar de difícil acceso, para poder defenderse, por si acaso la pesadilla quería jugar con él y hacerse realidad. El miedo hacía que sus sienes estuvieran a punto de explotar, pero la verdad es que nunca había estado tan concentrado, era plenamente consciente de todo cuanto pasaba a su alrededor, y hubiera sido capaz de ver moverse a una mosca en aquella impenetrable oscuridad. Pasó la noche alerta, sin descansar más que lo poco que había dormido.

Los primeros rayos de sol inundaban el bosque, como si se tratara de un pequeño compartimento estanco que estuviera llenándose de agua. El desorientado joven decidió que tenía que seguir, y lograr salir de aquel tétrico bosque antes de volverse loco. Estuvo dando vueltas por el bosque (de una manera bastante literal) durante mucho, mucho tiempo. De repente cayó en la cuenta de que no había comido nada, pero no tenía hambre. Se sorprendió, porque llevaría cerca de 15 horas sin tomar alimento alguno, y no había perdido energía. Resolvió conseguir un par de frutas (si es que conseguía encontrar alguna en aquel bosque), de manera que si tenía necesidad, pudiera comer algo. La verdad es que, como tampoco tenía dónde transportar la fruta, no podría coger mucha cantidad. Siguió buscando durante un tiempo, y finalmente llegó a un extraño claro. Más que un claro, parecía como si algo hubiera hecho desaparecer los árboles de la zona, era un cambio demasiado brusco, demasiado artificial.

Éste cambio no le proporcionaba seguridad, de hecho, estaba mucho más alerta que en el bosque. Se sentía desprotegido, sin tener el abrigo de los árboles alrededor suyo. Era incapaz de ver el final del claro, pero veía los árboles a ambos lados, como si se tratara de un larguísimo pasillo. Siguió adelante, movido más por la curiosidad que por otra cosa. Cada paso que daba, le costaba más que el anterior, y no sabía por qué. Era como si el aire fuera más denso, y la gravedad le oprimiera contra el suelo, no imaginaba qué pasaba, pero pesaba más que antes. Finalmente, tras un arduo y cansado recorrido, arribó a un extraño castillo, flanqueado por siete torres de fría piedra, majestuosas y tétricas a un tiempo. Decidió investigar antes de adentrarse en los laberínticos pasillos del castillo.

Las torres eran demasiado altas, y bien podían estar habitadas, al menos tres de ellas, pues tenían unos albos manteles colgando del vano superior. Decidió guardar las distancias, de momento. Mientras seguía rodeando la inmensa edificación, llegó al lado opuesto del claro. Allí, a los pies del castillo, había una pequeña caseta de madera, sólida. El joven resolvió entrar en ella, para estudiar un poco más las torres y el castillo antes de dar un paso en falso.

Una vez dentro, se percató que realmente no era una casa, parecía más bien un simple almacén. Tras inspeccionarlo más a fondo, descubrió una trampilla en el suelo, que daba lugar a una escalera que bajaba bastante en el suelo. Se adentró en la oscuridad... (Continuará)

miércoles, 7 de mayo de 2008

¿Si?

Cansado de ver cómo hay gente que con sus pensamientos negativistas inhundan la realidad de los demás, me voy a dedicar a escribir el por qué esas personas que lo ven todo negro deberían intentar cambiar su polaridad y volverse algo más positivistas.

¿La vida es una mierda? ¿Realmente lo es? porque dudo que sea algo malo. Siempre pasan cosas malas, siempre han pasado, y van a seguir pasando, y lamentablemente lo único que podemos hacer es volvernos más fuertes cada vez que el dichoso destino nos pone la zancadilla. No somos héroes, no somos Dioses, y a veces dudo que seamos personas.

¿Es bueno que sepamos pensar? puesto que es el pensamiento y el análisis lógico de las situaciones lo que nos hace tropezar. El conocimiento críptico que creemos poseer sobre el mundo limita nuestro radio de visión, y muchas veces, también el de acción. Así las cosas, ¿qué deberíamos hacer? pues ni más ni menos, que seguir adelante.

¿La vida es difícil? lo es, y nadie ha dicho jamás lo contrario, o no lo ha hecho sin subjetivar su realidad. La cuestión es si es algo soportable, y yo creo que sí. Al fin y al cabo, somos nosotros los que podemos influir en el estado que nos encontramos. Somos seres racionales, y por tanto somos responsables de nuestros pensamientos. Por lo cual, debemos ser capaces de sobreponernos a las malas noticias, y también a las buenas.

Un día, en primero de bachiller, hace ya unos años, como trabajo para la asignatura de Psicología, nos mandaron leer 30 cuentos del libro "Déjame que te cuente..." de Jorge Bucay y hacer sus correspondientes resúmenes. Y, de todos ellos, uno me marcó especialmente. La verdad es que no lo recuerdo vívidamente, pero voy a intentar haceros un pequeño resumen.

"En un reino increíble, vivía una reina que era amable y sabia, la cual temía por perder un día todo aquello que tenía. Perseguida por ese miedo tan repetido, convocó a los magos de la corte, para que hallaran una solución para el miedo. Los magos, tras una semana de eternos debates (puesto que infinitas son las controversias de los magos) forjaron un anillo especial, cuya gema podía ser extraída, de modo que se podía guardar algo dentro del anillo. Le dijeron a la reina que no lo abriera si no tenía verdadera necesidad, y ésta hizo lo que le aconsejaron.

Unos pocos meses después, un reino vecino invadió el castillo y la reina, habiendo visto muerte y destrucción por doquier, decidió huir. Cuando llevaba más de quince días perdida con su caballo en un trémulo bosque, decidió abrir el anillo. Encontró estas palabras: "Esto También Pasará". Estaban escritas en un pequeño pergamino. La reina, releyó un par de veces las palabras, y decidida, las guardó de nuevo en el anillo. Haciendo acopio de sus fuerzas, sonrió, y se dirigió al pueblo más cercano que encontró. Allí consiguió que hombres fieles a sus ideas la ayudaran en su reconquista del castillo, con la idea de librar el reino del asedio. Al poco tiempo, el reino volvió a ser el que era, y la gente volvía a ser feliz. La reina se casó, y tuvo cuatro hijos preciosos, pero no había perdido el miedo. Cada noche, antes de acostarse, miraba su anillo... esto también pasará...

Esas tres palabras le daban las fuerzas que necesitaba para seguir adelante, y la animaban a concentrarse en el ahora, y no en el mañana. Sabía que nada era eterno, ni los malos momentos... ni los buenos. Por eso decidió que actuaría siempre de acuerdo al momento."

Es probable que haya deformado la historia terriblemente, pero el mensaje está ahí. Esto también pasará.

Espero que encontréis vuestro lugar ;-).