Los primeros
rayos del alba bañaron su rostro, enterrado entre sus brazos y la toalla. Se
había quedado dormido en la playa, después de una noche de locura y desenfreno,
con más desenfreno que locura. Alzó su cabeza, lentamente, todavía aturdido por
el estupor fruto del exceso de alcohol. Su pelo recordaba a la melena de un
león que hubiera pasado una noche de lluvia a la intemperie, después de que un
elefante le hubiera revuelto el cabello con la trompa. De hecho, una obra de
Picasso sería más fácil de identificar, aun en la lejanía.
Sus ojos seguían
entrecerrados a causa de la molesta luminosidad, pero eso no le impidió otear
en derredor, a ver si un estímulo visual reforzaba su mermada memoria. Se llevó
una agradable sorpresa cuando vio que dos hermosas mujeres estaban situadas en
sus flancos, una preciosa pelirroja con un cuerpo imposible a su derecha, que
parecía seguir en su séptimo sueño, o en la cuarta luna de Saturno, no sabría
decirlo basándose únicamente en su sonrisa de felicidad, y en el charco de
saliva que se había formado bajo sus carnosos labios. La otra, morena y de piel
oscura, con más curvas pero un cuerpo igual de impresionante, dormía en una
postura menos femenina. Bueno, no era una postura ni femenina, ni cómoda, o al
menos eso le pareció a él. Seguramente luego tendría dolor de cuello, y también
de espalda.
Se llevo una no
tan agradable sorpresa cuando vio que un hombre con centro de gravedad propio
le miraba con una sonrisa pícara pero nada cómplice y muy maliciosa, ¿Qué demonios
había pasado esa noche? Fragmentos inconexos aparecían en su mente, como el
flash de una cámara de fotos. De hecho, ese flash debía ser también un
recuerdo, porque lo veía una y otra vez, seguro que había alguien en la fiesta
de la playa tomando fotografías y registrando aquella desvergonzada velada para
la posteridad. Recordaba a las preciosas jóvenes, que habían llegado a las
playas de Aguatemplada de vacaciones. Le sonaba que habían hablado en un inglés
dubitativo y tenso, al principio, y luego en un popurrí despreocupado y
"alegre".
La historia de la
noche fue tomando forma mientras el muchacho se levantaba y paseaba por la
playa, tratando de recordar. Vio un destello en la arena, y se agachó a ver que
era. El objeto brillante resultó ser unas llaves. Genial, alguien estaría
intentando entrar en casa mientras probaba a abrir la puerta con la llave del
coche. Se levantó y un pequeño mareo sacudió todo su cuerpo, obligándole a
sentarse. No recordaba haber bebido tanto alcohol la noche anterior, aunque
claro, apenas recordaba nada. Mientras echaba las manos hacia atrás y miraba
cómo las gaviotas sobrevolaban el mar, con visible torpeza hasta para los que
no poseían conocimiento alguno en ornitología, su mano rozó algo extraño. Lo
palpó bien y decidió cogerlo, ya que no era capaz de identificarlo por el
tacto. Cuando puso el objeto frente a sus ojos, le llamó la atención descubrir
que se trataba de una almeja. Estuvo un rato con la vista
fija en el horizonte, y se quedó tan absorto que no se enteró de que la
muchacha pelirroja se acercaba a él, con una sonrisa tímida dibujada en su
rostro, y caminando descalza y alegre sobre la tibia arena.
- ¡Hey
"Pretty Face"!, ¿qué haces aquí? - La voz dulce y aflautada de la
preciosa joven rompió el ensimismamiento del joven, que se volvió hacia ella
sobresaltado-. ¿te aburrías con Lara y conmigo? - la tímida sonrisa cambió
rápidamente a una más pícara y agresiva-.
- Pues... creo
que no me "aburrí" - contestó el muchacho, haciendo caso omiso del
mote que le habían puesto las jóvenes extranjeras, y devolviendo picardía por
picardía-, aunque no lo recuerdo muy bien. Creo que no fue una mala noche
porque he visto que tengo marcas de mordiscos en distintos puntos del cuerpo,
pero no recuerdo quién me las hizo. Por favor, dime que me las hicisteis Lara y
tú, y prométeme que nuestro amigo - hizo un ademán con la cabeza, menos
disimulado de lo que hubiera querido - "Homer" no participó en la
sesión privada.
Su rostro al
expresar aquella preocupación que le llevaba rondando la cabeza desde que viera
al hombre entrado en carnes observarle descaradamente debió ser un auténtico
poema, porque la preciosa pelirroja rompió a reír de manera escandalosa. Su
ataque de risa, aunque consiguió mejorar el sombrío humor del joven, no lo
tranquilizó en absoluto. Cada vez que la joven trataba de hablar, se atragantaba
con una nueva oleada de carcajadas, así que tuvo que estar un buen rato en
silencio antes de articular palabra. Cuando por fin se calmó, tuvo que
retirarse unos lagrimones que le resbalaban por sus perfilados pómulos con el
dorso de la mano, mostrando una gracilidad indescriptible.
- No te
preocupes, cara bonita - le susurró mientras deslizaba el dedo índice de la
mano derecha por el mentón- no dejamos que "homer" - la belleza de
cabellos de fuego tuvo que hacer un visible esfuerzo para no volver a estallar
al pronunciar su nombre- jugara con nosotros, sólo Lara y yo jugamos contigo,
encanto. Nuestro amigo se limitó a observarnos en cuanto Lara le dijo que
prefería operarse de apendicitis ella misma a que él la tocara, y yo le di mi estetoscopio...
- ¿Tu
estetoscopio? - el muchacho estaba cada vez más confundido, no recordaba nada
de aquello y eso le ponía nervioso-.
-¿No te acuerdas?
Parece que ibas más borracho de lo que recuerdo... -la sonrisa que había
ondeado en el rostro de la joven toda la conversación se evaporó, parecía
decepcionada con aquella revelación- Bueno, te haré un resumen:
"Lara y yo
somos enfermeras en nuestro país, pero las cosas no pintan nada bien allí,
supongo que aquí pasa lo mismo con la puñetera crisis económica y toda esa
mierda. Bueno, eso ahora no es muy importante, vamos al meollo del asunto.
Hemos estado juntas desde el primer año de la facultad, y empezamos a trabajar
el mismo día en el mismo hospital, llevábamos tres años trabajando más de diez
horas diarias sin prácticamente un día de descanso, hasta que, la semana
pasada, nos despidieron. No nos dieron explicaciones, nos pagaron la miseria
que nos debían y nos pusieron de patitas en la calle.
Cuando estábamos
saliendo del hospital, terriblemente enfadadas, uno de los doctores se acercó a
mí y me pidió que me casara con él. Me dijo que le gustaba desde que empecé a
trabajar allí, y que no se había atrevido a decirme nada, pero que con lo del
despido le daba miedo que no volviéramos a vernos, y que cómo todo había sido
muy repentino y aquello se le había ocurrido en ese mismo instante, no tenía
nada que darme como regalo de pedida, así que me dio su estetoscopio. Un puto
estetoscopio. En fin, el hombre podía ser mi padre, y yo estaba de muy mal
humor, así que lo mandé a paseo, aunque él, como un buen caballero, como última
muestra de honestidad me dijo que me quedara el estetoscopio para que me
acordara de él cada vez que lo viera, porque aunque yo no lo comprendiera sus
sentimientos eran reales, y no podía aceptar que le devolviera el regalo.
Gracias a él vinimos aquí de vacaciones, a Lara se le ocurrió que teníamos que
desmelenarnos y celebrar una "no despedida de soltera". Llevábamos
tanto tiempo trabajando sin parar, y sin salir, que nos dimos un capricho,
cosas de la vida, ¿no?
Cuando el avión
aterrizó y llegamos al hotel, ayer a la hora de la siesta, que por cierto, me
parece una costumbre genial, nos enteramos de que se iba a celebrar una fiesta
en la playa, así que deshicimos las maletas, nos arreglamos, y vinimos aquí lo
más coquetas que pudimos, a conocer hombres. Y ahí apareciste tú, genio. Un
hombre guapo, divertido e inteligente que nos conquistó con halagos, y nos
convenció de ceder a nuestros deseos más básicos e incontrolables. Y vaya si
cedimos... Pero si no te acuerdas, cara bonita, no seré yo quién te lo cuente,
así que tendremos que repetir -el rostro de la preciosa muchacha se tornó
rosado, de un color casi tan vivo como su cabello, y su sonrisa pícara volvió a
aflorar en sus carnosos labios- lo más ridículo de la noche fue cuando
intentaste enseñarnos palabras difíciles en tu lengua. Estuvimos casi media
hora tratando de aprender a decirlas antes de que mi cabeza se bloqueara y tuviera
que callarte con un beso, ya sabes, por eso de practicar una nueva lengua y
tal. Las palabras eran... spe... sde... estern... -viendo que la joven se
atascaba, el muchacho decidió intervenir, con una sonrisa sobria y contendida-."
- ¿Esternocleidomastoideo?
- Sí, esa era la
fácil -dijo la pelirroja del cuerpo imposible mientras ladeaba su sonrisa y miraba hacia el cielo, tratando de recordar-.
No recuerdo más que cómo empezaba la otra palabra, dijiste que era una palabra
de una película. Empezaba por super.
- ¿Supercalifragilísticoexpialidoso?
-esta vez el muchacho no pudo evitar reírse a la vez que decía la palabra,
consiguiendo que la joven pelirroja lo mirara con desconcierto-. Bueno, se ve
que anoche estaba gracioso, ¿qué puedo decir?
- ¡Oh! yo no esperaba
que dijeras nada, cielo -dijo la joven mientras se abalanzaba sobre él con una sonrisa
traviesa-.
Pasaron casi
media hora retozando en la arena, hasta el punto que desde lejos tan sólo
parecían ser un montículo de arena el breve tiempo que estaban quietos. Entre
besos y risas, perdieron la noción del tiempo, y cuando el agua del mar empezó
a salpicarles, decidieron que ya iba siendo hora de despertar a Lara. Mientras
rehacían el camino de vuelta hacia donde habían dejado las toallas, y a
Lara durmiendo a pierna suelta, pasaron cerca de los restos de la hoguera de la
noche anterior. Había ardido con fuerza, y de los tres metros de fuego que
alcanzara, ahora tan sólo quedaban unas pocas ascuas mecidas por el viento, que
soplaba con desgana.
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- Jaime, ¿qué
haces asomado a la ventana? -preguntó una mujer de mediana edad, curiosa-. Creo
que nunca te había visto tan melancólico.
- ¿ah? - dejó
escapar Jaime antes de volver a la realidad-. Perdona jefa, estaba fantaseando
un poco, y pensando en cómo se parece una hoguera al amor de verano...
- ¿En cómo...
¡¿Qué?! - la corpulenta mujer parecía inusitadamente sorprendida, como si la
persona más seria del mundo le hubiera contado un chiste totalmente absurdo y
fuera de lugar-.
- No es nada
-respondió Jaime, evasivo-. Tenemos que terminar esto si queremos llegar a
tiempo...
Mientras Jaime
dejaba atrás a su jefa en la sala de reuniones, su mente voló más allá del mar,
y de los kilómetros que los separaban. Evocó el recuerdo de la hoguera una vez
más, el fuego, el crepitar de las llamas... y, de nuevo, se sorprendió pensando
en otro fuego, y en el incombustible entusiasmo que lo acompañaba. Qué tendrá
el fuego que hace que los hombres se pierdan en él...
4 comentarios:
como siempre me encanta... veo que has tomado el segundo de los caminos... me alegro de ello...
Me alegro de que te guste, porque esta vez el reto era más difícil...
solo dos palabras " super brutal " :) :) :)
Gracias Óscar, me alegro de que disfrutes de la lectura, espero que cada texto consiga, por lo menos, sorprender ;D.
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