sábado, 30 de julio de 2011

Darkness Within

La joven muchacha paseaba con cierto nerviosismo entre los muebles del salón, cosa que no sería curiosa de no ser porque el salón apenas tenía espacio para pasear. Las altas estanterías lo flanqueaban como las murallas de un castillo medieval, y en el centro de la sala había una imponente mesa circular de roble con doce sillas esparcidas alrededor. La pared que daba al exterior albergaba un inmenso ventanal, ahora tapado por unas cortinas rosadas un tanto repipis para mantener la penumbra. Lo cierto es que entrar en aquella habitación era casi como tele-transportarse a una biblioteca. El único electrodoméstico que había allí era una minicadena, que ahora estaba haciendo sonar música clásica por los altavoces. Aquél ambiente era tan tenso, que cualquier sonido provocaba incómodas miradas.

Las noticias que todos ellos habían recibido no podían ser ciertas. Algo así no pasaba de la noche a la mañana, no podía cogerles por sorpresa, no a ellos. Era sencillamente imposible, que todo su esfuerzo durante los últimos meses hubiera sido en vano, y que su red de información estuviera tan hueca y desprovista de anclajes reales. Tanto tiempo previendo la situación, anticipando los problemas, trabajando en las sombras... ¿Para qué? Todos en aquella sala se sentían vacíos, desprovistos en un instante de aquel sentimiento ardiente que les había acompañado durante las últimas semanas de sus vidas. No podían hacer otra cosa que esperar más noticias, noticias reales, contrastadas y fidedignas, que arrojaran nueva luz sobre el asunto.

Entonces, la puerta se abrió de repente y cómo una exhalación, un joven con vaqueros desgastados y una camiseta azul marino entró, resoplando. En cuanto recobró el aliento, se acercó a las cortinas, las entreabrió, echó una ojeada y, sin más, se acercó a una silla y se dejó caer en ella, derrotado. Con los antebrazos descansando sobre los muslos, y la cabeza entre las manos, el recién llegado mantenía toda la atención de las cinco personas que había en aquél salón. La joven inquieta, se acercó a él, y puso su mano izquierda en el hombro derecho del muchacho, intentando reconfortarle. Notó cómo el cuerpo del muchacho se tensaba, incómodo ante el contacto de aquella cálida mano en un día tan frío, tan funesto cómo aquél. El muchacho se irguió, apoyó las manos en la mesa y comenzó a narrar su historia...

3 comentarios:

Nosferes dijo...

Esas cortinas repipiiiiis!! xD

Tiene un buen comienzo la historia, así en plan suspense :D

¿Qué te ha inspirado para escribir una historia de este tipo?

Naitaal dijo...

Pues básicamente me salió así. Tengo varias historias empezadas por los cuadernos de este estilo, y siempre me ha gustado pensar en buenos comienzos para las historias, que atraigan la atención del lector...

Veremos si te gusta cómo se desarrolla también ;D.

amapola dijo...

me gusta...
ala xfi escribid comentarios para que continúe...